viernes, 20 de abril de 2012

ESCRITO ENCONTRADO EN UN CUADERNO DE SARDÍS

Esa noche incómodamente sentado
sí solo y no sí mismo
en una mesa para ocho personas
en el restaurante que parece una lámpara apenas encendida
enfrentando a la oscura
y embalsamadamente fragante
plaza;
la mano apoyada, abierta
sobre la mesa
cuyo mantel de grueso algodón blanco
denota diarios lavados
en las limpiadurías
que tiene como tapadera
de sus actividades non sanctas
un tipo llamado Ziltko
a quien nunca se ve en familia
y sí con frecuencia rodeado
de individuos
que sólo soportan el nombre de 'secuaces'
y cuya ambición
se detuvo a esta orilla del Canal.
Sólo sus gritos
de vez en cuando
cruzan el puente
desde que un día y una noche
19 fueron asesinados,
algunos en el embarcadero del puerto,
otros cerca de la estación del Oeste-
muchos no se enteraron de que ya estaban muertos-
ese mismo día tomó la primera comunión
la hija de Froben
a menos de 10 cuadras de distancia
y fue con ella
que iba a casarme
esta semana
y esta mesa
en este restaurante
al que el sombrío parque de Brühl
amenaza incorporar,
estaba destinada
a su familia
que había viajado
dos días antes
desde el municipio de Aue,
dejando pendientes sus tareas cotidianas,
la ropa en los armarios,
la alacena provista de conservas
de fresas, tomates y picantes,
el escritorio con papel en blanco
y cartas
que esperan ser releídas al regreso,
así como las palas y la carretilla duermen
en el cobertizo,
los canarios rojos
saltan del suelo de la jaula a las varillas,
y la veleta del techo le indica
al viento
que debe viajar,
en este momento al menos,
de norte a sur.

(De los cuadernos de Eugenio Sardís)

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