domingo, 26 de diciembre de 2010

EL JOVEN INCA (Y SU HERMANA)

¿Sabrán en el pueblo que se trata del Inca?
No ve a nadie, pero recibe visitas.
Jamás camina por la calle.
¿Y en la casa?
Han reclutado, también, mujeres. Realizan los rituales.
¿Con cuánta convicción?
Son mujeres de otros pueblos, siempre. Lejanos.
Hasta se dice que son de pueblos extranjeros, de otra
lengua.
Le lavan, le asean, le visten. Se le prestarán. Es muy
probable.
¿Súbditas o pagas?
Producir el efecto de un Inca...
Los que le rodean saben eso muy bien.
El inca es joven: tiene toda la vida para ir produciendo
el efecto que debe producir.
Los efectos se agregan, expanden, enlazan.
Y a veces, también, se olvidan y vienen nuevos.
¿El Inca se limitará a ser el Inca?
¿O espera con avidez la obtención de poder?
Parece contentarse con ser alguien que espera.
O tal vez no tiene otro modo. Alguien que tiene un
solo camino posible. Eso proporciona una calma casi
inhumana.
Ser el Inca es también casi inhumano.
Se queman las cosas que usó, que tocó.
Se le limitan un poco las cosas, es cierto. Las riquezas
son realmente escasas. Hay pequeñas donaciones.
El Inca no puede usar dos veces el mismo objeto, salvo
los objetos sagrados.
¿Saben de su existencia las autoridades?
"No queda ningún Inca".
Barridos del mundo, del universo.
Extinción, extinción profunda, por toda la eternidad.
El Inca parece un joven del campo. Pero está ataviado.
Discretamente.
Todavía.
Las ropas reales sí están bien guardadas.
¿Las visitará el joven Inca? ¿Las acariciará?
Y al hacerlo, ¿vendrán a su mente recuerdos que no
podría tener ningún humano que no fuese el mismísimo
Inca, como dicen los sacerdotes?
Parece un muchacho de campo, pero sabe las palabras
mágicas. Las musita. Recorre la historia: la conoce tan
bien que no necesita hablar de ella.
¿Pensará la forma en que se dirigirá al pueblo más adelante?
¿O dejará que broten en su momento?
El Imperio era demasiado grande.
Éste es demasiado pequeño.
¿Cuánto ha esperado ya el Inca, atravesando todas estas
generaciones?
Ha habido ya muchos jóvenes que envejecieron y murieron
esperando.
La penumbra de los cuartos.
El frescor.
La lluvia.
El lejano río y las montañas.
Los silencios
Todo parece igual.
La mirada, no lo que ve, la mirada del Inca es aún la mirada
del Inca.
La piel de las mujeres
Los olores.
Los frutos.
Las estaciones.
El murmullo de las conversaciones en quechua que vienen
del otro cuarto.
El entresueño.
Las sensaciones del cuerpo al ponerse de pie.

Su sensibilidad, que se va afinando y afilando en el
gran silencio.
Pasaría por las ranuras como una luz muy delgada o como
un hilo de música.
Pero tal vez tema que eso signifique entenderse con muy
pocas personas. O con ninguna.
Las dos clases de nobleza: aquella que suprime las pasiones
y aquella que ejerce las pasiones sin límites.
Muchas veces, confundida la nobleza con la mayor
economía de gestos (y emociones).

Relato de la hermana del Inca

"Yo era muy pequeña cuando vinieron a buscar a mi
hermano. Estaba en la cama, sería muy temprano,
porque había poca luz.
Vinieron varios señores, algunos que no conocía y mi
padre estaba muy serio, pero no sorprendido.
Mi hermano había cumplido 10 años. Entonces todos lo
llamábamos Tingi, pero cuando nos trajeron a Cuzco
nos prohibieron seguir llamándolo de esa manera.
Y también nos prohibieron tutearlo o tocarlo, salvo que
él nos tocase...

Tingi jugaba mucho solo. Y cuando nos veía mirarlo,
sonreía muy muy suave.
Mis padres no estaban preocupados porque Tingi
estuviese tanto tiempo solo y porque durante muchas
horas le instruían en las más diversas materias.

Todos nos fuimos deslizando hacia esa nueva vida.
Aprendimos a vivir en secreto, diría yo.

"Tingi atrae el perfume de esas flores,
Tingi tuerce el vuelo de los abejorros",
decía mi abuela desde que yo recuerdo.

Un día alguien lo llamó desde la puerta. Tingi estaba
en el patio. Su rostro... ensombreció. Y entonces corrió
hacia el fondo de nuestra casa de barro y saltó por el
agujero de la ventana. El hombre que lo llamaba corrió
detrás suyo, pero no pudo encontrarlo. Para cuando
el desconocido volvió a entrar a nuestra casa, ya dos amigos
de mi padre y mi padre estaban esperándolo.
Después de eso, ya Tingi no volvió a la escuela y no
podía ni debía hablar con ningún extraño, y mucho menos
abandonar el pequeño patio y la casa.
¡Cómo ha crecido! Escucha a los mayores sentado en el
suelo, tan calmo. Parece el rey de todos nosotros.
Cuando bromeo con él, en lugar de reirse, alza la mirada
al cielo. Pero igual yo veo cómo le sonríen los ojos."


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