domingo, 5 de septiembre de 2010

TEXTOS SIN LIBRO: LA PIEDRA EN CHILX



 Y hablaban de espíritus como si hablaran de manzanas y 
describían sus facciones, entre risas, ya que esos espí-
ritus venidos de los lugares y de las épocas más estrafa-
larias, hacía siglos que no reparaban en sus aspectos.
En la piedra de la ciudad hay cavidades, que es donde 
convergen los espíritus. "Sí, y también tenemos un mer-
cado, que es donde convergen las manzanas", dicen los 
Chilx.
La voluntad del miedo es muy débil en esa zona.
No logra 'aflojar los clavos de la madera'.
´Madera', por otra parte, en Chilx, es 'persona' o 'cuerpo',
pero también 'hábitos', 'sustancia', 'alharaca', 'tienda', 'náufrago' y, si la estiramos un poco, 'parásito'.
Ah,los huecos en la piedra de la ciudad.
Esta piedra estaba ahí, trabajándose a sí misma, desde 
siempre.
Es una piedra gris, abrumadora, ni tan dura ni tan blanda; 
que no se resiste en exceso al corte y al ensamble. Alberga 
y envuelve al pueblo de Chilx, como lo ha hecho con otros, 
ya idos hace rato.
 Tuvo en algún momento la propiedad de retorcerse sobre sí, 
formando graves grietas y profundos ombligos. Cada edificio
tiene estos caprichosos enrosques tanto en pisos como en pa-
redes, y hasta los antiguos muros que rodean a la ciudad son 
un muestrario de la variedad de contorsiones que la piedra 
solía realizar.
Es la piedra dominante.
Con ella, sobre ella y a pesar de ella, han construido los 
Chilx su sociudad.
Sus remolinos, como ojos-ombligo, lo ven y lo soslayan todo.
En el edificio-primero, construido cuando la piedra aún no 
había terminado su gestación, hay en la pared frontal un 
verdadero cráter que, si se lo propusiera, podría absorber 
toda la sustancia física de la ciudad y de sus alrededores. 
Nadie sabe hasta donde llega. Como una raíz de vacío se hun-
de en forma de espiral atroz en las profundidades del suelo. 
Los Tagmag pensaron que podía ser el orificio respiratorio 
de la tierra.
El cuello del cráter es angosto y por su recorrido en espi-
ral, muy pronto se pierde cualquier posibilidad de explora-
ción visual o por sonda.
En ocasiones surge de esa brecha un sonido muy lejano, mez-
cla de queja y amenaza. Lejano y lento brota, y en cuestión 
de días impregna el aire Chilx hasta volverlo casi asfixian-
te. Los cuerpos-madera sienten vibrar sus clavos, se hinchan 
un poco, reciben toda clase de sensaciones inequívocas e inexpresables. 
Luego regresa la calma.
Los espíritus apenas si se alojan en los labios de las 
grietas. Como si sorbieran tiempo de la piedra mientras 
descansan un poquito, antes de reemprender su viaje sin 
destino.

En las afueras de Chilx, el espinazo de la piedra ha hecho 
largos recorridos subterráneos, dejando anchas trincheras 
en las que fósiles de inmensas hormigas zapadoras están 
volcados tanto dentro como a los costados de esas desga-
rradas fosas. Los pájaros sobrevuelan interminablemente 
ese lugar, como en estado de sueño hipnótico.
Las hormigas gigantes, según se dice extinguidas, han dejado 
sin embargo grandes templos-cueva cavados durante millardos 
de años en la roca cruda.
Caminos que no son tales, brechas abiertas por centellas en-
cendidas en los cielos que recorren los haces nerviosos de la tierra.
Entre esos parajes se yergue Chilx, barcaza en un mar de 
piedra.

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